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Un artículo publicado a fines de mayo en la revista The Economist describe que, luego de años de estancamiento, se están lanzando vacunas innovadoras y otros avances significativos.

La vacuna RTS,S/AS01 se ha probado en casi dos millones de niños en Kenia, Ghana y Malawi desde 2019, y se está utilizando en otros siete países. Sus principales deficiencias son que no alcanza la capacidad de producción para satisfacer las necesidades, y su alto costo: 40 dólares por cada niño. La segunda, R21/Matrix-M se está fabricando en volúmenes más grandes y a menos de la mitad del precio (16 dólares) y comenzó a enviarse el 24 de mayo a la República Centroafricana. Hasta ahora no está claro cuál vacuna podría resultar más eficaz o duradera. Ninguna protege completamente contra la malaria, pero en conjunto tendrán un gran impacto.

Estos avances y otras innovaciones, como nuevos tipos de mosquiteros, contrastan con amenazas emergentes: mosquitos más resistentes a los insecticidas, cepas resistentes a los medicamentos y efectos disruptivos del cambio climático, como las inundaciones.

Desde 2015, la cantidad de muertes por malaria, que estaban disminuyendo, se estabilizó. Confinada casi exclusivamente a África, donde ocurre el 97% de las muertes, tres cuartas partes de los fallecidos son niños menores de cinco años.

El artículo afirma que, en lugar de centrarse únicamente en mosquiteros, medicamentos y vacunas, los países deberían desarrollar sistemas de salud más sólidos, mejores viviendas y una educación más amplia, así como una “resiliencia ambiental” para adaptarse a nuevos desafíos.

Los gobiernos y los filántropos del mundo gastaron 4.100 millones de dólares en la lucha malaria en 2022, menos de lo que los estadounidenses gastan mensualmente en alimentos para mascotas, y es apenas la mitad de lo que la OMS considera necesario. Además del imperativo moral, hay argumentos prácticos que exigen un mayor impulso sobre la malaria. Cada caso prevenido hace que la transmisión sea menor, ahorrando dinero a largo plazo. Además, se evita perder días de escuela y aumenta la productividad en el trabajo. Por ejemplo, un estudio realizado sobre una campaña contra la malaria en 27 países africanos, que dedicó alrededor de un dólar por persona por año, encontró que los niños beneficiarios asistieron cinco meses más a la escuela.

 

Ver texto completo: https://www.economist.com/middle-east-and-africa/2024/05/30/new-fronts-are-opening-in-the-war-against-malaria