Un artículo reciente de Pablo Linde en el diario español El País (“La IA, al rescate de la atención primaria”) analiza las posibilidades de superar las dificultades de acceso en el sistema de salud mediante el uso de Inteligencia Artificial (IA). Por ejemplo, menciona la posibilidad de que un ordenador vaya revisando la historia clínica de un paciente mientras anota en ella lo que se va diciendo durante una consulta, señalando antecedentes relevantes o proponiendo citas a especialistas. Esto facilitaría un mejor aprovechamiento del tiempo de la consulta, además de un mejor contacto personal entre profesional y paciente, y eventualmente sería una solución posible para la escasez de recursos humanos.
Entre los obstáculos que impiden su aplicación, el autor menciona la seguridad de los datos clínicos, o la dificultad para migrar los sistemas informáticos, o siquiera para interconectar las historias clínicas ya digitalizadas, cuestiones que se agravan debido a la “mastodóntica” administración sanitaria.
De todas formas, conviene resaltar que no se trataría de un remplazo, sino de una asistencia al o a la profesional durante la consulta, lo que explica la aclaración de que, “lejos de deshumanizar la atención, como algunos piensan que puede suceder con la IA, se hará más humana y cercana, porque nos liberará de procesos técnicos y burocráticos en los que empleamos la mayoría de nuestro tiempo”.
Además, podría usarse la IA para la formación de nuevos profesionales, así como en la gestión del sistema de salud, optimizando procesos o analizando la oferta y la demanda asistencial. Otras aplicaciones podrían ser la identificación de factores de riesgo en pacientes o la mejora en los diagnósticos y las derivaciones a partir del análisis de electrocardiogramas, además del análisis de las imágenes diagnósticas.